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JOSÉ NEGRÓN VALERA|ANTROPÓLOGO Y ESCRITOR VENEZOLANO

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¿QUÉ ENCONTRARÁS EN UN LOFT PARA CLEOPATRA? TE LO CUENTO EN ESTA ENTREVISTA

josenegronvalera 3/01/2017 Add Comment



El escritor Oswaldo Antonio González sostuvo una conversación con José Negrón Valera autor de la novela Un loft para Cleopatra, editada por la Fundación Editorial El perro y la rana y que será presentada el viernes 3 de marzo a la 4 pm en la Librería del Sur “Aquiles Nazoa” del Teatro Teresa Carreño por la periodista Maríalcira Matute y el poeta Marco Aurelio Rodríguez. En ella disertan sobre el proceso creador, sobre la sociedad venezolana y el panorama mundial. 

En 1998 recibiste el Premio Mario Briceño Iragorry en la mención Ensayo, ¿Tu encuentro con la narrativa se produjo paralelamente al cultivo del ensayo? ¿En qué circunstancias ocurrió?

Con ese Premio ocurrió algo particular, pues la convocatoria era para hacer un ensayo sobre la obra Mi infancia y mi pueblo de Mario Briceño Iragorry, pero cuando me senté a escribir quise hacer una pequeña novela en la que un hombre viaja al Trujillo de Briceño Iragorry, allí es guiado por él mismo a través de diferentes épocas y situaciones. La obra la escribí durante las vacaciones del cuarto año, la mitad en una casa rural en un pueblito de Trujillo llamado San Lázaro y la otra mitad en la ciudad de Valera, el resultado fue Conversaciones con Don Mario, una obra narrativa de unas sesenta páginas, que nada tenía que ver con el ensayo. Sin embargo, el Jurado decidió premiar la obra. Fue toda una sorpresa, pero también una cruz, no volví a escribir nada de literatura hasta el 2011.

¿La formación académica ha resultado crucial para tu desarrollo como escritor? ¿El hecho de ser antropólogo, de tener una visión científica de la sociedad y la cultura humanas ha marcado de algún modo tu ejercicio de escritura de ficción literaria?


Creo que la antropología me ha dotado de unas herramientas de “visión”, un cierto modo de ver la sociedad, las relaciones humanas, una particular forma de apreciar la historia y la manera en que nos sentimos parte de ella. La antropología me presentó la alteridad, el otro como sujeto/objeto de análisis, lo cual es una piedra angular para lograr amasar los personajes de las novelas; pero fueron las lecturas sobre poscolonialismo, descolonización epistémica y colonialidad del poder las que me permitieron quitarle el velo al mundo. Fueron copiando la metáfora de la película Matrix, mi pastilla roja. Otra enseñanza de la antropología y que he asimilado al cómo escribo narrativa es la que dice: Lo cotidiano se hace invisible. Por esta razón hay que lograr un cierto “extrañamiento” de la realidad que nos parece común y corriente pero que sin embargo contiene una magia, un encanto, un misterio, hacer que de ella emerjan sus características maravillosas; si hubiese estudiado Ingeniería, Derecho o Biología, sería igual escritor, pero uno diferente.

A propósito de Briceño Iragorry, escritor trujillano como tú, por cierto… Una frase suya, “Démonos a la tarea de buscar vestiduras propias”, nos invita a mirarnos con ojos propios. ¿Piensas que el escritor, que el artista, para ser universal debe dar preferencia a visitar su “propia aldea”, como diría León Tolstói?


Esa pregunta podría contestarla en dos tiempos, en primer lugar, un amigo dice “quien esté libre de alienación que tire la primera piedra”, estamos muy atravesados, lo queramos o no, por influencias de toda índole, sin embargo, lo que considero más importante es la toma de conciencia sobre el proceso histórico-politico-social que nos ha traído hasta la respuesta de la pregunta ¿quién soy? ¿Qué somos?, ese primer paso es el más importante. Debemos entender que hemos naturalizado y metabolizado categorías de pensamiento y formas de interpretar la sociedad que no son más que el cúmulo de una tradición de pensamiento que nos lleva a 1492. Este primer paso es la clave para tejer unas verdaderas “vestiduras propias”. En segundo término, visitar la propia aldea, lo interpreto como un viaje al interior de lo que nos hace humanos, lo que nos hermana con otros seres del planeta en sus angustias, aspiraciones existenciales, dilemas morales e inquietudes filosófico-espirituales, significa a mi juicio volver a lo más íntimo, al vientre materno, y desde allí reencontrarnos con lo verdaderamente esencial. Despojarnos de lo artificial legado por concepciones impuestas o trasplantadas a la fuerza con el fin de modelar un cierto tipo de individuo. Hay que volver a leer a Ludovico Silva y su plusvalía ideológica, creo que bastante le pueden aportar a quien desee escribir con los pies puestos en el suelo y con el alma liberada.

Un loft para Cleopatra es tu primera novela, al menos, la primera publicada. ¿Cómo fue la evolución del texto?

Fijate, yo me siento en Guerra Simbólica permanente por recuperar el control sobre nuestro imaginario. Creo que esa es la guerra que importa y a la que menos se presta atención. Un loft para Cleopatra la escribí en tres meses, pero la llevo hirviendo desde 1999, cuando Chávez llegó a la presidencia de la República. Durante una cena con amigos, estuvimos conversando sobre una cantidad de anécdotas que han marcado este proceso histórico. Algunas eran archiconocidas y otras, las más numerosas, no tanto. Por ello, me dije: “Esto hay que contarlo”. A pesar de ello, el primer problema que conseguí es que un libro no podía contener tantas historias, por lo que consideré que una buena salida era hacer una novela que fuese una síntesis de gran parte de esa realidad; una metáfora que lograse abstraer los elementos más importantes, ideas, conceptos, mentalidades y presentarlos en una historia en la que cualquiera se puede reconocer. Considero que en mi ánimo estaba que un Un loft para Cleopatra representara un Zeitgeist o una obra que fuese “el espíritu del tiempo” que vivimos. 

Háblanos un poco del personaje de Cleopatra Carter, cuyos aires de grandeza y el complejo por sus orígenes caricuaenses son el elemento estructurador de la novela. ¿Tiene algo de arquetípico, de símbolo de una sociedad que puede llegar a extremos con tal de alcanzar el famoso “ascenso social”?

Cleopatra es el arquetipo de las víctimas de esta Guerra Simbólica que vivimos. Donde la felicidad está ligada al dinero, a lo superficial, al juicio externo, a nociones sobre el éxito legadas de la televisión, especialmente de las telenovelas, de las películas y series norteamericanas. Es el arquetipo de la contradicción y de la tragedia que surge por querer perseguir un ideal que le han hecho pensar les otorgará la dicha. Cleopatra es eso, una víctima, aunque a veces, también, por no saber cómo resolver esos dilemas y contradicciones, se convierte en victimaria.

¿Es exagerado considerar que la novela es una suerte de documental, de bitácora, de diario de campo para el registro de eventos y personas que te afectaron de algún modo?


No es una autobiografía. Sin embargo, en ella están contenidas las cientos de vidas, los cientos de hombres y mujeres que he conocido. Es una abstracción de los elementos comunes de una cierta clase de personajes de la sociedad venezolana. Siento que todos, y no creo que me vaya a equivocar, van a verse reflejados en la novela y reconocerán en ella a gente que conocen.

¿Tu voz narrativa, al menos en esta obra, es la primera persona? ¿Por qué? ¿Te sientes de algún modo identificado con Álvaro, el esposo de Cleo, quien es una especie de mediador entre dos clases sociales?


Repito, no es una autobiografía. Me siento identificado, no con un personaje en particular, sino con la búsqueda vital de cada uno de ellos. Uso mucho la voz en primera persona porque siento que es la que mejor se me da. Dejaremos que sean los críticos literarios y la metaliteratura la que defina si eso está relacionado con algún aspecto psicológico no resuelto o, por el contrario, es un signo distintivo de estos tiempos.

Considero que tu manejo del humor implica una suerte de ternura, una manera de acariciar a tus personajes, como diría el escritor chileno Antonio Skármeta. Pero, a su vez, implica un riesgo. ¿No temes que cierta crítica te considere un escritor ligero?

No escogí contar esta novela en tono de humor, fue la realidad la que me lo impuso. Es que ciertamente cuando en tu mente ordena los hechos, las anécdotas, hay un cierto ritmo, una cadencia que lo que te provoca es una risa, pero no de burla, sino de sorpresa, como si estuvieras atravesando las puertas de Macondo y llegando al lugar en el que todo es posible. Satirizo, pero no me burlo. Traté de no hacer un panfleto ni una obra que impusiera un cierto juicio moral, eso deben hacerlo los lectores cuando se vean en las páginas. La novela es solo un espejo de nuestra sociedad y nuestro tiempo. No me preocupa mucho el juicio de la crítica, me preocupa mucho más, el juicio de un usuario del Metro de Caracas que se tome el tiempo de leer el libro de camino a su trabajo. No creo que deba demostrar nada a los eruditos y para ser honesto prefiero que sean los lectores quienes me definan.

Cuando uno lee estos personajes tan desmesurados y, al mismo tiempo, tan tocables como Cleopatra, como su esposo o el banquero multimillonario, no puede dejar de recordar que Juan Carlos Onetti afirmaba que “La literatura es mentir bien la verdad” ¿Estás de acuerdo con esa afirmación? ¿Cuánto de ficción hay en tu novela?

Es una novela cuya ficción depende enteramente de lo real. A veces, cuando escucho una anécdota, veo las noticias, solo me doy cuenta de que la ficción narrativa consiste en darle un orden y una estética a un mundo que en apariencia luce disperso e incoherente, al menos hasta que es sometido al ojo del narrador, a ese tamiz que decide “lo que debe ser escrito”.

Recurriste, para la publicación de tu primera novela, a El perro y la rana, una editorial bastante particular por cuanto algunos sectores de la élite cultural, y esto lo digo sin demasiada ironía, podrían considerarla orientada al lector marginal, tanto en el sentido de pobre de solemnidad como en el de alejado de los exquisitos comederos de las Bellas Artes. ¿Qué te llevó a esa decisión? ¿Cuáles son sus ventajas y desventajas?

Publicar en El perro y la rana demuestra el éxito de un proyecto de política cultural. Acceder a las Torres de Marfil de las grandes editoriales, no solo es imposible sino que además está sometido muchas veces a factores que nada tienen que ver con la literatura, lo comercial no puede ser el filtro para evaluar si un libro se publica o no. Tampoco es deseable que el criterio político-partidista prive sobre la oferta editorial, porque si no tienes el fenómeno apreciable en las vidrieras de las editoriales privadas, que se han vuelto una extensión de partidos políticos que están en contra del gobierno bolivariano. La ventaja de publicar con El perro y la rana, al menos desde mi experiencia, es que cuentas con absoluta libertad creativa y que no son los factores económicos los que privan, a la hora de que decidan publicar. Además, cuentan con la oferta de servicios editoriales a precios muy accesibles, lo cual es un estímulo inmenso para todos los que nos dedicamos a escribir. La desventaja -a mi juicio- no es algo que me competa a mí o la propia editorial, sino que viene como resultado de la polarización de un cierto sector de la población para quienes todo lo que provenga de la iniciativa gubernamental es considerado negativo. Mi deseo es que la novela logre sortear estos escollos de la tensión política y pueda llegar a manos de quienes más necesitan leerla, la clase media venezolana.

 
¿Qué escritores, nacionales o foráneos, te han parecido particularmente interesantes?, ¿Algunos han influenciado en forma directa sobre ti?

Creo que leí el primer libro “serio”, El gran Gatsby, a los siete años más o menos, eso fue gracias a mi mamá; pero fue mi tía, experta en literatura latinoamericana, quién me presentó a Quiroga, a Poe, a Borges, pero también a los escritores venezolanos, Julio y Salvador Garmendia, Pocaterra, Coll; pero son Liendo y Massiani quienes más impacto me causaron de niño y adolescente. Mi profesora de Castellano y Literatura de noveno grado, Blanca, me introdujo en el vasto mundo de Cortázar. Y luego seguí más o menos por mi propia cuenta, leyendo a Camus, García Márquez, Houellebecq, Tolkien, Bryce Echenique, Junot Díaz. Pero fue con la llegada de Roberto Bolaño que mi visión sobre la literatura cambió, fue liberador leer Los detectives salvajes, eso se lo debo a la poeta aún inédita, Dariela Tello. Por otro lado, reencontrarme con Aquiles Nazoa, ya de adulto gracias a mi esposa e hijas, ha significado una oportunidad de repensar la sensibilidad estética como indisoluble de una posición ético-política. Siento que es necesario leer todo lo que te caiga en las manos, leo el periódico, las revistas de farándula en las peluquerías, los magazines de los consultorios médicos, leo las paredes de los baños públicos, los grafittis en las calles, los memes. Soy un obsesivo de la lectura.

Vuelvo a citar a Mario Briceño Iragorry, quien afirma que “La tradición es la onda creadora que va del ayer al mañana…” ¿Te consideras una voz nueva dentro de la novelística venezolana? ¿Consideras que irrumpes, que rompes con un cierto modo de escribir novelas o más bien eres, a tu modo, un continuador de una tradición?

Eso es algo que no puedo contestar sin que se activé la alarma de “peligro de narcisismo”. Espero que sean otros y otras quienes puedan responder, aunque me gustaría que lo hicieran rápido y que, además, me enviaran sus conclusiones. Me muero de la curiosidad

¿Consideras que la Venezuela contemporánea, con todo lo que tiene de efervescente, incluso de contradictorio y hasta caótico, es un buen laboratorio para desarrollar un corpus literario o planeas explorar otros contextos históricos, geográficos y sociales para tus futuros proyectos?

El budismo enseña que puede comprenderse el mundo a través de una gota de agua, las pequeñas cosas son expresiones del Todo. Siento que las búsquedas existenciales son las mismas, lo que cambian son las locaciones, las particularidades históricas, ciertos tintes culturales, sin embargo, hay un sentido profundo que nos une. Podría hablar sobre la ansiedad que produce alcanzar el ascenso social y contarlo a través de la historia de una pareja clase media venezolana, y es posible que alguien en Costa de Marfil pueda sentirse identificado. El amor y el desamor, los complejos, frustraciones, aunque pueden tener acentos locales en sus causas, provocan una cierta consecuencia sentimental que es similar en todos lados. Como lo dice Terencio: “Nada humano me es ajeno”. De todos modos, no me limito a la hora de poner esa humanidad y sus búsquedas en distintos espacios geográficos. Me gusta ese reto y además viajo muchísimo con ello. Por ejemplo, Un loft para Cleopatra se desarrolla enteramente en Caracas, sin embargo, mi próxima novela en publicarse se desarrolla en lugares tan dispares como Estados Unidos, Siria, Rusia, Italia, España, Argentina, Japón.

¿Cuál es tu visión de la Venezuela actual? ¿Piensas, como Cleo, que la única alternativa es emigrar a algún país del norte o, como su esposo, no te quieres ir porque hay muchas oportunidades para emprender?

En la novela ese planteamiento juega un papel central. Piénsalo de este modo: Venezuela es el país que tiene la mayor reserva de petróleo del planeta, la primera reserva de oro de Latinoamérica, tienen reservas de agua dulce, coltán, hierro, bauxita y un clima tropical envidiable y bastante estable, no cuenta con problemas de conflictos religiosos y aunque debe superar su racismo subterráneo, aquí no ocurren crímenes de odio como sí se ve en Europa y Estados Unidos. ¿Quién querría irse de semejante paraíso? Tienes, desde el punto de vista material, todo para construir. Incluso te digo más: no sé si en otra parte del mundo a los inmigrantes se les da el trato que en Venezuela se les da: casas, trabajos, seguridad social. ¿Quién querría abandonar esto, para aventurarse a una realidad desconocida y muchas, muchísimas veces, hostil? Solo aquellos que han sido vencidos por el mayor plan de desarraigo del que se haya tenido noticias en las últimas décadas. Los que han sido víctimas de una sistemática campaña de desmoralización y destrucción de la identidad, de los orígenes, del sentimiento que ata la vida a un territorio. Claro que debe decirse que este plan se desarrolla desde hace quinientos años y, con renovado impulso, a raíz de los inicios de la explotación petrolera, donde la desvalorización de lo que somos como pueblo ha calado en generaciones de hombres y mujeres, que a su vez transmiten sus complejos a los que siguen. Buscan afuera respuestas para un vacío que es interior. Transitan un laberinto al que debemos aproximarnos no con rechazo o burla, sino con bastante compasión y comprensión.


¿Qué estás leyendo actualmente y por qué?

Estoy leyendo diversas cosas en paralelo. Obras necesarias y que por diversas circunstancias nunca había podido leer. Por ejemplo, Rayuela de Cortázar, Pedro Páramo de Rulfo y La Peste de Albert Camus. También narrativa contemporánea como El Pájaro que da cuerda al mundo de Murakami y 2666 de Roberto Bolaño. Pero también ensayos académicos para la maestría de Filosofía de la Guerra que estoy cursando, especialmente sobre contraterrorismo, operaciones psicológicas, teoría de juegos. De algún modo, todo se une y termina dictándote el próximo proyecto a emprender

¿Qué consejos darías a los jóvenes autores?

No sé si estoy para dar consejos. Lo que puedo es hablarte de las orientaciones que trato de darme a mí mismo, sin ningún orden en específico, sino superpuestos: 1) Leer de todo y permanentemente, esa es la base. 2) Escribir ideas, líneas, bocetos, sueños, pensamientos que no podrías decirlos en voz alta, anécdotas de amigos, lo que ves en la calle de camino al trabajo, las historias que escuchas mientras estás en el Metro, en la camionetica. Son pequeños ladrillos que servirán para cuando vayas a construir el relato. 3) Leer todos los decálogos sobre cómo escribir, especialmente, los consejos de: Monterroso, Poe, Bolaño; El artículo de Raymond Carver sobre “Cómo escribir un cuento”. 4) Vivir sin miedo, siguiendo el instinto, esa voz interna que es mucho más sabia de lo que pensamos. 5) No creer nunca que se está completo. Estamos en construcción hasta el último momento de la existencia. 6) Ser un curioso de la vida, deslumbrarse por lo que parecen situaciones conocidas o insignificantes. La literatura no solo debe contener o se hace con los grandes sucesos históricos. Las micro historias, las historias mínimas, invisibles, anónimas, son las que al final forman el sustrato sobre el que se asienta la gran historia. Carpentier lo decía, hay que buscar “Lo real maravilloso”. Un loft para Cleopatra es eso, una épica de lo cotidiano maravilloso.

¿En qué nuevos proyectos literarios andas?

El próximo libro que debería salir con el sello de la editorial lleva por nombre Reyes y dinosaurios, es el primer tomo de una trilogía que escribo sobre la Guerra No Convencional, posmoderna o híbrida. Un thriller que está entre el suspense, la distopía y la novela negra. Lo que me agrada de Reyes y dinosaurios es que es una novela coral, más experimental y, además, contada no desde la perspectiva del “héroe” sino del “antihéroe”. Por otro lado, actualmente escribo una novela erótico-apocalíptica que me tiene bastante atrapado. Espero esté lista para julio de este año y quizá pueda leerse para principios de 2018. 

Como escritor y antropólogo, ¿tienes algo que decirnos a los venezolanos que transitamos por los accidentados caminos del siglo XXI?

Puede que esas palabras ya estén contenidas en Un loft para Cleopatra, sin embargo, a modo de conclusión podría decir, como un venezolano que ama a su país y que encontró en sus dos hijas y esposa la clave de la existencia, lo siguiente: Hay que estar siempre del lado de la vida. Todo lo que no aporte al bien común, al amor, a la equidad, a la justicia, a la solidaridad, carece completamente de valor y debe ser expulsado de nuestro sistema de creencias y valores. Chávez decía algo que siento debería ser el leitmotiv de un gobierno del pueblo: “La capacidad de amar es infinita”. Si se somete toda acción gubernamental, pero también individual, a esa máxima, a ese filtro, tendremos la clave para alcanzar la suprema felicidad. Vamos a intentarlo.

Editorial Fundación "El Perro y la Rana"

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José Negrón Valera

José Negrón Valera
Premio Nacional de Literatura "Stefanía Mosca" 2018. Premio "Venezuela en 100 palabras" 2017. Premio de ensayo "Mario Briceño Iragorry" 1998. Escritor de las novelas "Un Loft para Cleopatra" "Reyes y Dinosaurios" y "El rey de las cenizas"

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